Ártículos Más Recientes

11:29 a.m.
La turba de los advenedizos que se habían mezclado con el pueblo se dejó llevar de la gula, y los israelitas se sentaron a llorar a gritos, diciendo: "¡Si al menos tuviéramos carne para comer! ¡Cómo recordamos los pescados que comíamos gratis en Egipto, y los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos! ¡Ahora nuestras gargantas están resecas! ¡Estamos privados de todo, y nuestros ojos no ven nada más que el maná!". El maná se parecía a la semilla de cilantro y su color era semejante al del bedelio. El pueblo tenía que ir a buscarlo; una vez recogido, lo trituraban con piedras de moler o lo machacaban en un mortero, lo cocían en una olla, y lo preparaban en forma de galletas. Su sabor era como el de un pastel apetitoso. De noche, cuando el rocío caía sobre el campamento, también caía el maná. Moisés oyó llorar al pueblo, que se había agrupado por familias, cada uno a la entrada de su carpa. El Señor se llenó de una gran indignación, pero Moisés, vivamente contrariado, le dijo: "¿Por qué tratas tan duramente a tu servidor? ¿Por qué no has tenido compasión de mí, y me has cargado con el peso de todo este pueblo? ¿Acaso he sido yo el que concibió a todo este pueblo, o el que lo dio a luz, para que me digas: "Llévalo en tu regazo, como la nodriza lleva a un niño de pecho, hasta la tierra que juraste dar a sus padres?" ¿De dónde voy a sacar carne para dar de comer a todos los que están llorando a mi lado y me dicen: "Danos carne para comer? " Yo solo no puedo soportar el peso de todo este pueblo: mis fuerzas no dan para tanto. Si me vas a seguir tratando de ese modo, mátame de una vez. Así me veré libre de mis males".

11:29 a.m.
Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no me quiso obedecer: por eso los entregué a su obstinación para que se dejaran llevar por sus caprichos. ¡Ojalá mi pueblo me escuchara, e Israel siguiera mis caminos! Yo sometería a sus adversarios en un instante, y volvería mi mano contra sus opresores. Los enemigos del Señor tendrían que adularlo, y ese seria su destino para siempre; Yo alimentaría a mi pueblo con lo mejor del trigo y lo saciaría con miel silvestre.

11:29 a.m.
Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos. Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos". Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos". Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados". "Tráiganmelos aquí", les dijo. Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

11:29 a.m.
Viendo que atardecía, los apóstoles del Redentor se apresuraron a ir a su encuentro para decirle: «Maestro, es muy tarde y todo el pueblo está hambriento; y estamos en despoblado, tú lo sabes. Despídelos antes que anochezca para que vayan a las aldeas y se compren de comer. Porque esta multitud no son capaces de ayunar como lo hacemos nosotros que nos has dado la fuerza porque tú eres el pan celestial de inmortalidad. «Tú, por naturaleza, eres el gran salvador del mundo, y has dado a todos el conocimiento; alimentando al pueblo con palabras de verdad has conducido a los hombres al camino de la salvación dándoles a conocer la justicia. Han alimentado espiritualmente sus almas, pero ahora tienen necesidad de cuidar sus cuerpos... Despídelos porque nosotros estamos inquietos por ellos... Has enseñado a tus discípulos y apóstoles la compasión hacia todos, porque tú eres el pan celestial de inmortalidad...» Cristo, al oír estas palabras les replicó: «Os equivocáis no teniendo en cuenta que soy el Creador del mundo, y soy yo quien está pendiente del mundo; conozco muy bien la necesidad de esta multitud, tengo presente que estamos en un despoblado y que está a punto de ponerse el sol porque soy yo quien ha fijado al sol su carrera. Me doy cuenta del agotamiento de la multitud que está ahí, y sé muy bien lo que voy a hacer por ella. Yo mismo aliviaré su hambre, porque yo soy el pan celestial de inmortalidad... «Vosotros pensáis: '¿quién alimentará a esta multitud en el desierto?'. Pues bien, sabed claramente, amigos, quien soy yo: yo soy el que alimenté a Israel en el desierto y quien les di el pan del cielo. Yo hice salir, en un lugar árido, agua de la roca, y además de todo esto les procuré codornices en gran cantidad, porque yo soy el pan celestial de inmortalidad...» Multiplica de la misma manera en todos nosotros, Salvador, la multitud de tus misericordias, y de la misma manera que con tu sabiduría has saciado a la multitud en el desierto y la has alimentado con tu poder, sácianos a todos de santidad, haciéndonos firmes la fe, Señor. Aliméntanos a todos, tú que eres Compasivo; danos tu gracia y el perdón de nuestras faltas..., puesto que solo tú eres el Cristo, el único misericordioso, pan celestial de inmortalidad.

11:38 p.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount

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                *“Verbum Spei”*
         _“Palabra de Esperanza”_

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*18° Domingo Tiempo Ordinario*
*El Evangelio de hoy*
*Mateo 17 1-9*

En aquel tiempo Jesús tomó consigo a Pedro a Santiago y a Juan el hermano de éste y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres haremos aquí tres chozas una para ti otra para Moisés y otra para Elías”.
Cuando aún estaba hablando una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: “Este es mi Hijo muy amado en quien tengo puestas mis complacencias escúchenlo”. Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos los tocó y les dijo: “Levántense y no teman”. Alzando entonces los ojos ya no vieron a nadie más que a Jesús.
Mientras bajaban del monte Jesús les ordenó: “No le cuenten a nadie lo que han visto hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.

*Reflexión:*
La Transfiguración es una gran fiesta y este hecho está presente en los “tiempos fuertes”.
Fue la Transfiguración algo muy extraordinario, dirigido a incrementar la fe de los Apóstoles y que sirvió para confirmarles la divinidad de Jesucristo. Es verdad que los seguidores de Cristo no fueron capaces de ver lo magnifico de aquel hecho y solo a Pedro, con su capacidad de inmediata iniciativa, se le ocurrió construir tres chozas para perpetuar la presencia en la tierra de la Gloria de Jesús, acompañado de Moisés y Elías.
La enseñanza que nos da a nosotros, es idéntica a la que Jesús pretendía que recibieran Pedro, Santiago y Juan. Tenían que saber que Cristo era Dios y que tenía poder sobre el tiempo, el espacio, los cuerpos, la vida y la muerte. Pero, además, Cristo recibe una vez mas el beneplácito del Padre al oírse desde el interior de la nube de gloria:
Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escúchenlo. Los apóstoles, debían escuchar a Jesús y seguirle a él como único maestro, como única ley, como única palabra de Dios. Nosotros hoy, si somos verdaderos cristianos, no tenemos ningún problema en creer que lo que nos salva es la fe en Jesús.

*Oración:*
Señor Jesús, concédeme la gracia de saber descubrirte en los acontecimientos de la vida, para que así en la oración pueda escuchar la voz del Padre. Amén.

*Acción:*
Nosotros como Iglesia debemos abrir hoy miles de chozas, para que cada día nos acerquemos​ un poco más al seguimiento de Jesús.
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      *“Nuntium Verbi Dei”*
_“Mensaje de la palabra de Dios”_
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Hermanos Franciscanos

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