Ártículos Más Recientes

11:19 a.m.
El día de Pentecostés, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: "Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido. Israelitas, escuchen: A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él. En efecto, refiriéndose a él, dijo David: Veía sin cesar al Señor delante de mí, porque él está a mi derecha para que yo no vacile. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza, porque tú no entregarás mi alma al Abismo, ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción. Tú me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de gozo en tu presencia. Hermanos, permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se sentaría en su trono. Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías, cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción. A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen."

11:19 a.m.
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti. Yo digo al Señor: “Señor, tú eres mi bien, no hay nada superior a ti”. El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz, ¡tú decides mi suerte! Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia! Tengo siempre presente al Señor: él está a mi lado, nunca vacilaré. Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro: porque no me entregarás a la Muerte ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. Me harás conocer el camino de la vida, saciándome de gozo en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha.

11:19 a.m.
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán". Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'. Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo". Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.

11:19 a.m.
“Ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí.” Así habló el ángel a las mujeres, él que, por esta razón, abrió el sepulcro. No lo hizo para hacer salir a Cristo que ya no estaba allí, sino para hacerles saber que Cristo ya no estaba allí. “HA RESUCITADO, como había dicho… Venid a ver el sitio donde yacía” (Mt 28,5-6). Venir, mujeres, venid. Ved el lugar donde vosotros habíais puesto a Adán, donde el género humano había sido sepultado. Comprended que su perdón ha sido tan grande como lo ha sido la injusticia hecha al Señor… Cuando las mujeres entran en el sepulcro, toman parte en su sepultura, hacen causa común con la Pasión. Saliendo del sepulcro, por la fe se levantan antes de resucitar en la carne. “Se marcharon a toda prisa del sepulcro, impresionadas y llenas de alegría”… La Escritura dice: “Servid al Señor con temblor, rendidle homenaje temblando” (sl 2, 11). “De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: ‘¡Alegraos!’”. Cristo va a encontrar a las que corren con fe a fin de que, con sus propios ojos, reconozcan que habían creído por la fe. Quiere, con su presencia, reconfortar a aquellas que, hasta este momento, las palabras oídas las habían dejado temblorosas… Viene a su encuentro como un amo, las saluda como un familiar, les da la vida por amor, les preserva por el temor. Las saluda a fin de que también ellas le sirvan amorosamente, para que el temor no las haga huir. “¡Alegraos! Ellas se acercaron, se postraron ante él y abrazaron los pies”… “¡Alegraos!”, es decir: Tocadme. Ha querido ser cogido por ellas, él que soportó que pusieran las manos sobre él… Les dijo: “No tengáis miedo”. El Señor les dice lo mismo que el ángel les había dicho anteriormente. El ángel las había hecho fuertes, Cristo las vuelve más fuertes aún. “No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.” Levantándose de entre los muertos, Cristo ha repuesto al hombre, no lo ha abandonado. Así pues, les llama ‘sus hermanos’ a los que por su cuerpo había les había hecho doblemente hermanos; les llama hermanos, a aquellos que ha adoptado como hijos de su Padre. Les llama hermanos a los que, siendo el heredero lleno de bondad, les hace sus coherederos.

10:03 a.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount

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               *”Verbum Spei”*

        _”Palabra de Esperanza_
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*Domingo de Resurrección*

*El Evangelio de hoy*

*Juan 20, 1-9*
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.

En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos. 

*Reflexión:*

María Magdalena y el apóstol Juan fueron los primeros en creer. Sin duda, porque fueron los primeros en amar. Es tremendo el poder y la fuerza del amor. Por eso, es importantísimo seleccionar y cuidar nuestros amores. Porque a dónde nuestros amores nos llevan, allí vamos de cabeza. A María Magdalena se le había perdonado mucho, porque había amado mucho; Juan era el discípulo amado del Señor. Los dos eran discípulos por amor. Si nosotros queremos resucitar de nuestras inmensas trabas materiales, si queremos vivir como personas resucitadas, tenemos que poner a nuestro cuerpo las alas del amor al Cristo resucitado por el Dios del amor. María Magdalena corrió la primera al sepulcro, cuando aún estaba oscuro el día, y triste y oscura estaba su alma. Era el amor el que le daba luz y alas para llegar a su amado. Juan corrió más que Pedro y, en cuanto vio el sepulcro vacío, creyó en la luz y en la vida de su amado Maestro. Probablemente, a los cristianos de hoy nos falta más amor que doctrina. Queremos distinguirnos por la belleza de nuestros ritos, y está bien que nuestros ritos sean bellos. Pero lo que, de verdad, debe distinguirnos a los cristianos de los no cristianos es el amor que nos tengamos los unos a los otros y nuestro amor a todos los demás. En eso conocerán los demás que somos discípulos del Jesús Resucitado.

*Oración:*

Señor Jesús, gracias por haber salido victorioso del sepulcro porque de esta manera has dado sentido a toda mi existencia. Aumenta mi fe, mi confianza en Ti y mi caridad. Concédeme un celo ardiente para predicarte a todos los que no te conocen o necesitan de Ti. Amén.
*Acción:*

Hoy pediré a Dios por los frutos de las misiones de Evangelización de todos los misioneros de esta semana Santa.

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         *”Nuntium Verbi Dei”*   

_”Mensaje de la palabra de Dios”_

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Hermanos Franciscanos

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