Ártículos Más Recientes

11:14 a.m.
Después el Señor dijo a Moisés: "¿Por qué me invocas con esos gritos? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha. Y tú, con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, y ellos entrarán en el mar detrás de los israelitas. Así me cubriré de gloria a expensas del Faraón y de su ejército, de sus carros y de sus guerreros. Los egipcios sabrán que soy el Señor, cuando yo me cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de sus guerreros". El Angel de Dios, que avanzaba al frente del campamento de Israel, retrocedió hasta colocarse detrás de ellos; y la columna de nube se desplazó también de delante hacia atrás, interponiéndose entre el campamento egipcio y el de Israel. La nube era tenebrosa para unos, mientras que para los otros iluminaba la noche, de manera que en toda la noche no pudieron acercarse los unos a los otros. Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron, y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron, y toda la caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en medio del mar. Cuando estaba por despuntar el alba, el Señor observó las tropas egipcias desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre ellos. Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran con dificultad. Los egipcios exclamaron: "Huyamos de Israel, porque el Señor combate en favor de ellos contra Egipto". El Señor dijo a Moisés: "Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus carros y sus guerreros". Moisés extendió su mano sobre el mar y, al amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida, pero se encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar. Las aguas envolvieron totalmente a los carros y a los guerreros de todo el ejército del Faraón que habían entrado en medio del mar para perseguir a los israelitas. Ni uno solo se salvó. Los israelitas, en cambio, fueron caminando por el cauce seco del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda. Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de los egipcios. Israel vio los cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del mar, y fue testigo de la hazaña que el Señor realizó contra Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en él y en Moisés, su servidor. Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor: "Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros.

11:14 a.m.
Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor: “Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros. Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor: El Señor es mi fuerza y mi protección, él me salvó. El es mi Dios y yo lo glorifico, es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza. El Señor es un guerrero, su nombre es "Señor". El arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército, lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo. El abismo los cubrió, cayeron como una piedra en lo profundo del mar. Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza, tu mano, Señor, aniquila al enemigo. Tú lo llevas y lo plantas en la montaña de tu herencia, en el lugar que preparaste para tu morada, en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos. ¡El Señor reina eternamente!»

11:14 a.m.
Hermanos: ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva. Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado. Porque el que está muerto, no debe nada al pecado. Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

11:14 a.m.
Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Angel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. El Angel dijo a las mujeres: "No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: 'Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán'. Esto es lo que tenía que decirles". Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán".

11:14 a.m.
El cielo brilla cuando está iluminado por el coro de las estrellas, y el universo brilla más aún cuando se levanta la estrella de la mañana. Pero esta noche brilla menos por el resplandor de los astros que por el gozo que experimenta ante la victoria de nuestro Dios y Salvador. “Tened valor: Yo he vencido al mundo” (Jn 16,33). Después de esta victoria de Dios sobre el enemigo invisible, también nosotros, ciertamente, venceremos a los demonios. Permanezcamos, pues, cerca de la cruz de nuestra salvación, para recoger los primeros frutos de los dones de Jesús. Celebremos esta noche santa con antorchas sagradas; que brote de nosotros una música divina, cantemos un himno celestial. El “Sol de justicia” (Ml 3,20), nuestro Señor Jesucristo, ha iluminado este día para el mundo entero, por medio de la cruz se ha levantado, y ha salvado a los creyentes… Nuestra asamblea, hermanos, es una fiesta de victoria, la victoria del Rey del universo, Hijo de Dios. Hoy el diablo ha sido derrotado por el Crucificado y, por el Resucitado, toda la humanidad se ha llenado de gozo… Este día grita: “Hoy he visto al Rey del cielo, ceñido de luz, subir por encima del rayo y de toda claridad, por encima del sol y de las aguas, por encima de las nubes”… Primero se escondió en el seno de una mujer, después en el seno de la tierra, santificando primero a los que son engendrados, seguidamente, por la Resurrección, dando la vida a los que estaban muertos, porque “pena y aflicción se alejarán” (Is 35,10)… Hoy, el paraíso ha sido abierto por este Resucitado, Adán ha vuelto a la vida, Eva ha sido consolada, la llamada es escuchada, el Reino está preparado, el hombre está salvado, Cristo es adorado. Con sus pies ha pisoteado a la muerte, ha hecho prisionero a este tirano, ha vaciado el país de los muertos. Ha subido al cielo, victorioso como un rey, glorioso como un jefe…, y ha dicho a su Padre: “Heme aquí, o Dios, con los hijos que tú me has dado” (Hb 2,13). Gloria a él ahora y por los siglos de los siglos.

3:09 a.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount

🔹🔹🔹🔹🔹🔹🔹🔹🔹🔹

               *”Verbum Spei”*

        _”Palabra de Esperanza”_

      

🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸

*Pasión de Nuestro Señor Jesucristo*

*El Evangelio de hoy*

*Juan 18,1-19,42*
En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos.

Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas.

Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo: “¿A quién buscan?”. Le contestaron: “A Jesús, el nazareno”. Les dijo Jesús: “Yo soy”. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles “Yo soy”, retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús les volvió a preguntar: “¿A quién buscan?”. Ellos dijeron: “A Jesús, el nazareno”. Jesús contestó: “Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan”. Así se cumplió lo que Jesús había dicho: ‘No he perdido a ninguno de los que me diste’.

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: “Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?”.

Llevaron a Jesús primero ante Anás.

El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: ‘Conviene que muera un solo hombre por el pueblo’.

Simón Pedro y otro discípulo iban siguiendo a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: “¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?”. Él dijo: “No lo soy”. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.

El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó: “Yo he hablado abiertamente al mundo y he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, sobre lo que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho”.

Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a Jesús, diciéndole: “¿Así contestas al sumo sacerdote?”. Jesús le respondió: “Si he faltado al hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?”. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.

¿No eres tú también uno de los discípulos? No lo soy.

*Seguiré​ leyendo……*

*Reflexión:*

Si leemos despacio el relato de la pasión y muerte de Jesús, descubriremos que el que está siendo juzgado no es el reo, Jesús, sino los distintos jueces y partícipes de la pasión. Pilato es sometido a prueba y resulta que es un cobarde, aferrado a su cargo. La muerte de Jesús constituyó también un juicio contra los escribas, los fariseos y otras gentes que lo rechazaron a sabiendas, arrastrados por su orgullo. Los propios discípulos tampoco se libraron de ser puestos a prueba. Judas le entregó, Pedro le negó y los demás huyeron. Jesús fue sometido a prueba… y la prueba fue difícil. Sólo Jesús fue capaz de aceptar el desafío de aquella hora. Así fue realmente; no se trataba sólo de un juicio a Jesús, fue un juicio a todos los hombres; o mejor, era un juicio a las distintas posibilidades del hombre, a las distintas formas de entender y vivir la vida. Y sólo hubo un triunfador: Jesús. Para los sinópticos, la Pascua es la superación del escándalo de la cruz. Para Juan, la Cruz no es ningún escándalo sino el momento de la glorificación. Todas las demás posibilidades a las que tan frecuentemente nos aferramos los hombres, han quedado desacreditadas, no son válidas, no le aportan al hombre la vida que necesita. Jesús abre un nuevo horizonte para el hombre al superar la prueba a la que va a ser sometido.

*Oración:*

Señor Jesús, concédeme la gracia de adentrarme en tu corazón; quiero pensar como Tú piensas, sentir como Tú sientes, ver todos los acontecimientos de mi vida como Tú los ves…pero sobre todo, quiero aprender a amar como Tú amas. Amén.
*Acción:*

Hoy guardaré ayuno y terminaré de leer la lectura de la pasión. Y me pondré delante de un crucifijo y le daré las gracias a Cristo por lo que hizo por mí.

🔹🔹🔹🔹🔹🔹🔹🔹🔹🔹

         *”Nuntium Verbi Dei”*   

_”Mensaje de la palabra de Dios”_

🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸🔸


Hermanos Franciscanos

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.