Ártículos Más Recientes

11:34 a.m.
Por mi parte, yo he experimentado una gran alegría y me he sentido reconfortado por tu amor, viendo cómo tú, querido hermano aliviabas las necesidades de los santos Por eso, aunque tengo absoluta libertad en Cristo para ordenarte lo que debes hacer, prefiero suplicarte en nombre del amor, Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero a causa de Cristo Jesús, te suplico en favor de mi hijo Onésimo, al que engendré en la prisión. Antes, él no te presto ninguna utilidad, pero ahora te será muy útil, como lo es para mí. Te lo envío como si fuera yo mismo. Con gusto lo hubiera retenido a mi lado, para que me sirviera en tu nombre mientras estoy prisionero a causa del Evangelio. Pero no he querido realizar nada sin tu consentimiento, para que el beneficio que me haces no sea forzado, sino voluntario. Tal vez, él se apartó de ti por un instante, a fin de que lo recuperes para siempre, no ya como un esclavo, sino como algo mucho mejor, como un hermano querido. Si es tan querido para mí, cuánto más lo será para ti, que estás unido a él por lazos humanos y en el Señor. Por eso, si me consideras un amigo, recíbelo como a mi mismo. Y si él te ha hecho algún daño o te debe algo, anótalo a mi cuenta. Lo pagaré yo, Pablo que firmo esta carta de mi puño y letra. No quiero recordarte que tú también eres mi deudor, y la deuda eres tú mismo. Sí, hermano, préstame ese servicio por amor al Señor y tranquiliza mi corazón en Cristo.

11:34 a.m.
El Señor hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos. Abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados, el Señor ama a los justos y entorpece el camino de los malvados. El Señor protege a los extranjeros y sustenta al huérfano y a la viuda; El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones.

11:34 a.m.
Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: 'Está aquí' o 'Está allí'. Porque el Reino de Dios está entre ustedes". Jesús dijo después a sus discípulos: "Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán. Les dirán: 'Está aquí' o 'Está allí', pero no corran a buscarlo. Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día. Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación."

11:34 a.m.
Los demonios temen, pero Dios y sus ángeles desean el hombre que con fervor busca a Dios en su corazón día y noche, y echa lejos de él las agresiones del enemigo. El país espiritual de este hombre puro en su alma está dentro de él: el sol que en él brilla es la luz de la Santa Trinidad; el aire que respiran los pensamientos que le habitan es el Santo Espíritu consolador. Y los santos ángeles están siempre con él. Su vida, su gozo, su alegría es Cristo, luz de la luz del Padre. Un tal hombre se alegra constantemente al contemplar su alma, y se maravilla de la belleza que ve en ella, cien veces más luminosa que el resplandor del Sol. Es Jerusalén. Y es « el Reino de Dios escondido dentro de nosotros » según la palabra del Señor. Este país es la nube de la gloria de Dios, en la que sólo entrarán los corazones puros para contemplar el rostro de su Señor (Mt 5,8), y su entendimiento será iluminado por los rayos de su luz.

11:28 p.m.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

«Ea, hombrecillo, deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un momento en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de Él. Di, pues, alma mía, di a Dios: ‘Busco tu rostro; Señor, anhelo ver tu rostro.’ Y ahora. Señor, mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte.» (San Anselmo de Canterbury).

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 2, 13-22

Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: "Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi padre".

En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora.Después intervinieron los judíos para preguntarle: "¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?". Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré". Replicaron los judíos: "Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?".

Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho. 

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Desde siempre, Dios ha querido vivir entre nosotros. En el desierto, Él tenía una tienda entre los judíos que peregrinaban; en Jerusalén, el rey Salomón le dedicó un edificio grandioso y bellísimo; pero el Señor nunca estuvo tan presente hasta el momento en que tomó un cuerpo y se hizo hombre como nosotros.

Por eso, con mucha razón Jesucristo «hablaba del templo de su cuerpo». En ningún otro lugar Dios se sentía más «en casa», y entrar en ese corazón significa encontrar a Dios mismo. Por eso Cristo no tenía ningún otro ideal. Su alimento era hacer la voluntad de su Padre (cf. Jn 4).

Él vivió totalmente dedicado, es decir consagrado, hacia su Padre. El celo con el que defendió la pureza del templo en Jerusalén era sólo un eco de aquella pasión con la que defendía su propia pureza. Y una clara imagen del celo que sigue teniendo por conservar a la Iglesia limpia de toda mancha y corrupción. ¡Cuántas veces derrama su gracia en los sacramentos para limpiar nuestros corazones!

Pidamos hoy al Señor este mismo celo por defender nuestra pureza y vida de gracia. Con el bautismo nos hemos convertido también nosotros en templos de Dios, no de piedra, sino de carne y hueso.

El mayor tesoro que tenemos es Dios mismo que habita en nosotros; no podemos perderlo por culpa de otros intereses, y menos aún por el pecado. Más bien Dios se merece una extremada atención por buscar ante todo su gloria y su voluntad. Y el mejor culto que se le puede ofrecer es el de la propia vida: dedicarle, consagrarle todas las fuerzas y todo el corazón.

«El discípulo de Jesús va a la iglesia para encontrarse con el Señor y encontrar en su gracia, operante en los sacramentos, la fuerza para pensar y obrar según el Evangelio. Por lo que no podemos ilusionarnos con entrar en la casa del Señor y “encubrir”, con oraciones y prácticas de devoción, comportamientos contrarios a las exigencias de la justicia, la honradez o la caridad hacia el prójimo. No podemos sustituir con «honores religiosos» lo que debemos dar al prójimo, postergando una verdadera conversión. El culto, las celebraciones litúrgicas, son el ámbito privilegiado para escuchar la voz del Señor, que guía por el camino de la rectitud y de la perfección cristiana.»
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de marzo de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré una comunión espiritual, pidiendo a Cristo la gracia de darle gloria con mi cuerpo y agradeciéndole su presencia en mi corazón.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Let's block ads! (Why?)

Hermanos Franciscanos

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.