Ártículos Más Recientes

10:48 a.m.
Naamán, general del ejército del rey de Arám, era un hombre prestigioso y altamente estimado por su señor, porque gracias a él, el Señor había dado la victoria a Arám. Pero este hombre, guerrero valeroso, padecía de una enfermedad en la piel. En una de sus incursiones, los arameos se habían llevado cautiva del país de Israel a una niña, que fue puesta al servicio de la mujer de Naamán. Ella dijo entonces a su patrona: "¡Ojalá mi señor se presentara ante el profeta que está en Samaría! Seguramente, él lo libraría de su enfermedad". Naamán fue y le contó a su señor: "La niña del país de Israel ha dicho esto y esto". El rey de Arám respondió: "Está bien, ve, y yo enviaré una carta al rey de Israel". Naamán partió llevando consigo diez talentos de plata, seis mil siclos de oro y diez trajes de gala, y presentó al rey de Israel la carta que decía: "Al mismo tiempo que te llega esta carta, te envío a Naamán, mi servidor, para que lo libres de su enfermedad". Apenas el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras y dijo: "¿Acaso yo soy Dios, capaz de hacer morir y vivir, para que este me mande librar a un hombre de su enfermedad? Fíjense bien y verán que él está buscando un pretexto contra mí". Cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras, mandó a decir al rey: "¿Por qué has rasgado tus vestiduras? Que él venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel". Naamán llegó entonces con sus caballos y su carruaje, y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo. Eliseo mandó un mensajero para que le dijera: "Ve a bañarte siete veces en el Jordán; tu carne se restablecerá y quedarás limpio". Pero Naamán, muy irritado, se fue diciendo: "Yo me había imaginado que saldría él personalmente, se pondría de pie e invocaría el nombre del Señor, su Dios; luego pasaría su mano sobre la parte afectada y curaría al enfermo de la piel. ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Parpar, no valen más que todas las aguas de Israel? ¿No podía yo bañarme en ellos y quedar limpio?". Y dando media vuelta, se fue muy enojado. Pero sus servidores se acercaron para decirle: "Padre, si el profeta te hubiera mandado una cosa extraordinaria ¿no la habrías dicho? ¡Cuánto más si él te dice simplemente: Báñate y quedarás limpio!". Entonces bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó limpio. Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el hombre de Dios. Al llegar, se presentó delante de él y le dijo: "Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un presente de tu servidor". March 22, 2014 at 05:00PM

10:48 a.m.
Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua, así mi alma suspira por ti, mi Dios. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente: ¿Cuándo iré a contemplar el rostro de Dios? Envíame tu luz y tu verdad: que ellas me encaminen y me guíen a tu santa Montaña, hasta el lugar donde habitas. Y llegaré al altar de Dios, el Dios que es la alegría de mi vida; y te daré gracias con la cítara, Señor, Dios mío. March 22, 2014 at 05:00PM

10:48 a.m.
Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio". Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino. March 22, 2014 at 05:00PM

10:48 a.m.
Señor, mi alma está desnuda y aterida; desea calentarse con el calor de tu amor... En la inmensidad del desierto de mi corazón, no puedo recoger ni unas pocas ramas, sino solamente estas briznas, para prepararme algo para comer con el puñado de harina y la orza de aceite, y luego, entrando en mi aposento, me moriré. (cf 1R 17,10ss) O mejor dicho: no moriré en seguida, no Señor, “no moriré, viviré para contar las proezas del Señor”(Sal 117,17). Permanezco en mi soledad...y abro la boca hacia ti, Señor, buscando aliento. Y alguna vez, Señor... tú me metes alguna cosa en la boca del corazón; pero no permites que sepa qué es lo que metes. Ciertamente, saboreo algo muy dulce, tan suave y reconfortante que ya no busco nada más. Pero cuando lo recibo no me permites que conozca lo que me das... Cuando recibo tu don, lo quiero retener y rumiar, saborear, pero al instante desaparece... Por experiencia sé lo que tú dices del Espíritu en el evangelio: “...no sabes ni de dónde viene y ni a dónde va” (Jn 3,8). En efecto, todo lo que he confiado con atención a mi memoria para poderlo recordar según mi voluntad y saborearlo de nuevo, lo encuentro muerto e insípido dentro de mí. Oigo la palabra: “El Espíritu sopla donde quiere” y descubro que dentro de mí sopla no cuando yo quiero sino cuando Él lo quiere... “A ti levanto mis ojos, Señor” (Sal 122,1)... ¿Cuánto tiempo esperarás? ¿Cuánto tiempo mi alma dará vueltas cerca de ti, miserable, ansiosa, agotada? (cf Sal 12,2). Escóndeme, Señor, en el secreto de tu rostro, lejos de las intrigas humanas, protégeme en tu tienda, lejos de las lenguas pendencieras (cf Sal 30,21). March 22, 2014 at 05:00PM

10:42 p.m.
Del santo Evangelio según san Juan 4, 5-42

En aquel tiempo llegó Jesús a una de ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la heredad que y Jacob dio a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta. Llega una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: Dame de beber. Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice a la mujer samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.) Jesús le respondió: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva. Le dice la mujer: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados? Jesús le respondió: Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para viva eterna. Le dice la mujer: Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla. Le dice la mujer: Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dice: Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad. Le dice la mujer: Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo explicará todo. Jesús le dice: Yo soy, el que te está hablando. Y fueron muchos más los que creyeron. Así que por sus palabras, y decían a la mujer: Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo.


Oración introductoria


Jesús, dame tu luz, permite que experimente tu presencia en esta oración, para que ya no busque en lugares equivocados la fuente para mantener vivo mi amor por Ti y por los demás.


Petición


Dios mío, que mi alimento sea cumplir hoy, y siempre, tu voluntad.


Meditación del Papa Benedicto XVI


La peripecia de esta mujer es particularmente significativa: encuentra a Jesús que le pide de beber, luego le habla de una agua nueva, capaz de saciar la sed para siempre. La mujer al principio no comprende, se queda en el nivel material, pero lentamente es conducida por el Señor a realizar un camino de fe que la lleva a reconocerlo como el Mesías. Y a este respecto san Agustín afirma: "tras haber acogido en el corazón a Cristo Señor, ¿qué otra cosa habría podido hacer [esta mujer] si no abandonar el ánfora y correr a anunciar la buena noticia?".

El encuentro con Cristo como Persona viva que colma la sed del corazón no puede sino llevar al deseo de compartir con otros la alegría de esta presencia y hacerlo conocer para que todos la puedan experimentar. Es necesario renovar el entusiasmo de comunicar la fe para promover una nueva evangelización de las comunidades y de los países de antigua tradición cristiana, que están perdiendo la referencia a Dios, de forma que se pueda redescubrir la alegría de creer. (Benedicto XVI, 26 de enero de 2012).


Reflexión


Cristo se presenta ante la samaritana como una persona fatigada, sedienta de tanto caminar, como quien tiene urgencia de saciar una necesidad propia del organismo. Se presenta como hombre.


Podría haberse aparecido de otra forma por ejemplo diciéndole inmediatamente que era el Hijo de Dios o haciendo manar gran cantidad de agua del pozo, para que supiese enseguida quién era. No obstante, la pedagogía de Cristo es una pedagogía de amor, de espera, de comprensión, de respeto a la propia libertad.


Cristo está sediento y en esta cuaresma se acerca al pozo de nuestra vida para que le "demos de beber". O, mejor dicho, para caer en la cuenta de que los sedientos somos nosotros. "Si conocieras el don de Dios y quien es el que te pide de beber..." Somos nosotros los que tenemos necesidad de beber su agua sólo nos hace falta conocer quién posee esta agua. (Catecismo dela Iglesia Católica No. 2560)


Podemos preguntarnos ¿por qué no conocemos ese don de Dios? ¿Qué es lo que ata nuestro conocimiento para conocerlo? El mensaje de Cristo se nos presenta claro, como una luz alejada de toda sombra u oscuridad. Sin embargo, nos encontramos ante sombras que esconden el "don de Dios". Ese don no es otro que el del amor, de la conversión, de la paciencia, respeto a la vida etc. Abramos nuestro entendimiento para que como la samaritana conozcamos el don de Dios y así nuestra vida sacie la sed de conocer a Dios.



March 22, 2014 at 10:31PM

Hermanos Franciscanos

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