mayo 2021

11:26 a.m.


Aquella misma noche, después de bañarme, salí al patio y me acosté a dormir junto a la pared, con la cara descubierta a causa del calor. Yo no sabía que arriba, en la pared, había unos gorriones; de pronto, su estiércol caliente cayó sobre mis ojos, produciéndome unas manchas blancas. Me hice atender por los médicos, pero cuantos más remedios me aplicaban, menos veías a causa de las manchas, hasta que me quedé completamente ciego. Así estuve cuatro años privado de la vista, y todos mis parientes estaban afligidos. Ajicar me proveyó de lo necesario durante dos años, hasta que partió para Elimaida. Desde ese momento, mi esposa Ana empezó a trabajar en labores femeninas: hilaba lana, enviaba el tejido a sus clientes y recibía el pago correspondiente. Una vez, el siete del mes de Distros, terminó un tejido y lo entregó a sus clientes. Estos le pagaron lo que correspondía y, además, le regalaron un cabrito para comer. Cuando entró en mi casa, el cabrito comenzó a balar. Yo llamé a mi mujer y le pregunté: "¿De dónde salió este cabrito? ¿No habrá sido robado? Devuélvelo a sus dueños, porque no podemos comer nada robado", Ella me respondió: "¡Pero si es un regalo que me han hecho, además del pago!". Yo no le creí e insistía en que lo devolviera a sus dueños, llegando a enojarme con ella por este asunto. Entonces ella me replicó: "¿Para qué te sirvieron tus limosnas y tus obras de justicia? ¡Ahora se ve bien claro!".

11:26 a.m.


Feliz el hombre que teme al Señor y se complace en sus mandamientos. Su descendencia será fuerte en la tierra: la posteridad de los justos es bendecida. No tendrá que temer malas noticias: su corazón está firme, confiado en el Señor. su corazón está firme, confiado en el Señor. Su ánimo está seguro, y no temerá, hasta que vea la derrota de sus enemigos. Su ánimo está seguro, y no temerá, Él da abundantemente a los pobres: su generosidad permanecerá para siempre, y alzará su frente con dignidad.

11:26 a.m.


Le enviaron después a unos fariseos y herodianos para sorprenderlo en alguna de sus afirmaciones. Ellos fueron y le dijeron: "Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición de las personas, porque no te fijas en la categoría de nadie, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios. ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no? ¿Debemos pagarla o no?". Pero él, conociendo su hipocresía, les dijo: "¿Por qué me tienden una trampa? Muéstrenme un denario". Cuando se lo mostraron, preguntó: "¿De quién es esta figura y esta inscripción?". Respondieron: "Del César". Entonces Jesús les dijo: "Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios". Y ellos quedaron sorprendidos por la respuesta.

11:26 a.m.


     En la creación del mundo "todas las cosas fueron hechas por la Palabra de Dios y sin Él nada se hizo" (Jn 1,3). Cuando se trata de crear al hombre, también es la Palabra de Dios la que actúa, puesto que "sin la Palabra de Dios nada se ha hecho". Dios, en efecto, dice esta palabra: "Hagamos al hombre". Sin embargo para expresar la preeminencia de esta criatura sobre las demás, Dios la hizo con su propia mano: "Entonces el Señor modeló al hombre" (Gn 2,7)      "Y Dios, dice la Escritura, modeló al hombre del polvo del suelo".Hasta ahora era barro pero ahora se ha hecho hombre. ¡Qué honor tan excelente para la especie, que es nada, ser tocado por las manos de Dios! ¿Este simple contacto no le era suficiente a Dios para formar al hombre? Más ha querido Dios trabajar este barro para que entendamos que es una obra extraordinaria.      Las manos de Dios iban trabajando, tocando, amasando, estirando, modelando este barro que no deja de ennoblecerse a cada toque de las manos divinas. ¡Dios ocupado en su imagen, dedicado por entero a su creación: manos, mirada, actividad, propósito, sabiduría, providencia, amor sobre todo  orientan su trabajo! En esta especie que Él amasa, Dios ya ve a Cristo, que un día será hombre, como esta especie: Verbo hecho carne, como esta tierra que Él tiene entre las manos.      Este es el significado de la primera palabra del Padre a su Hijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza"(Gn 1,26). Dios ha modelado al hombre según la imagen de Dios, es decir según la de Cristo.... Por lo tanto esta especie se reviste de la imagen de Cristo, tal como se manifestará en su encarnación futura, no es solamente obra de Dios, es también promesa de Dios.

11:26 a.m.


¡Grita de alegría, hija de Sión! ¡Aclama, Israel! ¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén! El Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado a tus enemigos. El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti: ya no temerás ningún mal. Aquel día, se dirá a Jerusalén: ¡No temas, Sión, que no desfallezcan tus manos! ¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso! El exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su amor y lanza por ti gritos de alegría, como en los días de fiesta. Yo aparté de ti la desgracia, para que no cargues más con el oprobio.

11:26 a.m.


Este es el Dios de mi salvación: yo tengo confianza y no temo, porque el Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación. Ustedes sacarán agua con alegría de las fuentes de la salvación. Y dirán en aquel día: Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, anuncien entre los pueblos sus proezas, proclamen qué sublime es su Nombre. Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso: ¡que sea conocido en toda la tierra! ¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel!

11:26 a.m.


María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz". Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

11:26 a.m.


María mi madre, hoy es a la vez una de tus fiestas y una de las fiestas de Jesús: así como la Purificación es sobre todo la Presentación de Jesús, la Visitación es una de tus dulces fiestas, pero es más todavía la fiesta de nuestro Señor, porque es él quien actúa en ti y por ti. La Visitación es "la caridad de Cristo que nos apremia" (2Co 5,14), es Jesús quien, en cuanto ha entrado en ti, tiene sed de hacer a otros santos y felices. Por la Anunciación, se manifestó y se entregó a ti, maravillosamente te santificó. Esto no basta para él: su amor hacia los hombres, quiere en seguida manifestarse y consagrarse por ti a otros, quiere santificar a otros, y se hace llevar por ti a casa de san Juan Bautista... Lo que va a hacer la Santísima Virgen en la Visitación, no es una visita a su prima para consolarse y edificarse mutuamente recitando las maravillas de Dios en ellas; tampoco es una visita de caridad material para ayudar a su prima en los últimos meses de su embarazo. Es mucho más que esto: se va para santificar a san Juan, para anunciarle la buena noticia..., no por sus palabras, sino llevando en silencio a Jesús cerca de él... Así hacen los religiosos y las religiosas consagrados a la contemplación en los países de misión... Oh madre mía, haz que seamos fieles a nuestra misión, a nuestra bellísima misión, que realizamos fielmente en medio de estas pobres almas sumergidas "en la sombra de la muerte" (Lc 1,79) divino Jesús.

11:26 a.m.


Pregúntale al tiempo pasado, a los días que te han precedido desde que el Señor creó al hombre sobre la tierra, si de un extremo al otro del cielo sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante. ¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste tú, y pudo sobrevivir?. ¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra, con milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo fuerte, y realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ustedes en Egipto, delante de tus mismos ojos?. Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios - allá arriba, en el cielo y aquí abajo, en la tierra - y no hay otro. - Observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás feliz, tú y tus hijos después de ti, y vivirás mucho tiempo en la tierra que el Señor, tu Dios, te da para siempre.

11:26 a.m.


Porque la palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. La palabra del Señor hizo el cielo, y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales; porque él lo dijo, y el mundo existió, él dio una orden, y todo subsiste. Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia. Nuestra alma espera en el Señor; él es nuestra ayuda y nuestro escudo. Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti.

11:26 a.m.


Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre! El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.

11:26 a.m.


En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".

11:26 a.m.


Mirad cuál es la regla de nuestra fe, la que funda nuestro edificio, la que da firmeza a nuestra forma de comportarnos. Primero: Dios Padre, increado, ilimitado, invisible; Dios uno, creador del universo; este es el primer artículo de nuestra fe. Segundo artículo: el Verbo de Dios, Hijo de Dios, Jesucristo, nuestro Señor; fue revelado a los profetas de acuerdo con el género de sus profecías y según el designio del Padre; todo fue hecho por medio de él; al final de los tiempos, para recapitular todas las cosas, se dignó hacerse hombre entre los humanos, visible, palpable, y así destruir la muerte y hacer aparecer la vida y obrar la reconciliación entre Dios y el hombre. Y el tercer artículo: el Espíritu Santo; por medio de él han profetizado los profetas, nuestros padres han conocido las cosas de Dios y los justos han sido guiados por los caminos de la justicia; al final de los tiempos fue derramado de una manera nueva sobre los hombres a fin de ser renovados por Dios en toda la tierra. Por eso el bautismo de nuestro nuevo nacimiento está colocado bajo el signo de estos tres artículos. Dios Padre nos lo concede en vistas a nuestro nuevo nacimiento en el Hijo por medio del Espíritu Santo. Porque los que llevan en ellos el Espíritu Santo son conducidos al Verbo que es el Hijo, y el Hijo los conduce al Padre, y el Padre nos concede la inmortalidad. Sin el Espíritu es imposible ver al Verbo de Dios, y sin el Hijo nadie puede acercarse al Padre. Porque el conocimiento del Padre, es el Hijo, el conocimiento del Hijo se hace a través del Espíritu Santo, y el Hijo da el Espíritu según el Padre quiere.

11:26 a.m.


Yo he progresado gracias a ella: al que me dio la sabiduría, le daré la gloria. Porque resolví ponerla en práctica, tuve celo por el bien y no me avergonzaré de ello. Mi alma luchó para alcanzarla, fui minucioso en la práctica de la Ley, extendí mis manos hacia el cielo y deploré lo que ignoraba de ella. Hacia ella dirigí mi alma y, conservándome puro, la encontré. Con ella adquirí inteligencia desde el comienzo, por eso no seré abandonado. Yo la busqué apasionadamente, por eso adquirí un bien de sumo valor. El Señor me ha dado en recompensa una lengua, y con ella lo alabaré. Acérquense a mí los que no están instruidos y albérguense en la casa de la instrucción. ¿Por qué andan diciendo que no la tienen a pesar de estar tan sedientos de ella? Yo abrí la boca para hablar: adquiéranla sin dinero; pongan el cuello bajo su yugo, y que sus almas reciban la instrucción: ella está tan cerca que se la puede alcanzar. Vean con sus propios ojos con qué poco esfuerzo he llegado a encontrar un descanso tan grande.

11:26 a.m.


La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos. La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. Son más atrayentes que el oro, que el oro más fino; más dulces que la miel, más que el jugo del panal.

11:26 a.m.


Y llegaron de nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él y le dijeron: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?". Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. Díganme: el bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de los hombres?". Ellos se hacían este razonamiento: "Si contestamos: 'Del cielo', él nos dirá: '¿Por qué no creyeron en él?'. ¿Diremos entonces: "De los hombres'?". Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta, respondieron a Jesús: "No sabemos". Y él les respondió: "Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas".

11:26 a.m.


La Sabiduría unigénita y personal de Dios es creadora y hacedora de todas las cosas. Todo -dice en efecto el salmo– lo hiciste con sabiduría, y también: La tierra está llena de tus criaturas. Pues, para que las cosas creadas no sólo existieran, sino que también existieran debidamente, quiso Dios acomodarse a ellas por su Sabiduría, imprimiendo en todas ellas en conjunto y en cada una en particular cierta similitud e imagen de sí mismo, con lo cual se hiciese patente que las cosas creadas están embellecidas con la Sabiduría y que las obras de Dios son dignas de él. Porque, del mismo modo que nuestra palabra es imagen de la Palabra, que es el Hijo de Dios, así también la sabiduría creada es también imagen de esta misma Palabra, que se identifica con la Sabiduría; y así, por nuestra facultad de saber y entender, nos hacemos idóneos para recibir la Sabiduría creadora y, mediante ella, podemos conocer a su Padre. Pues, quien posee al Hijo –posee también al Padre, dice la Escritura– y El que me recibe, recibe al que me ha enviado (Mt 10,40)... Mas, como, en la sabiduría de Dios, según antes hemos explicado, el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes. Porque Dios no quiso ya ser conocido, como en tiempos anteriores, a través de la imagen y sombra de la sabiduría existente en las cosas creadas, sino que quiso que la auténtica Sabiduría tomara carne, se hiciera hombre y padeciese la muerte de cruz, para que, en adelante, todos los creyentes pudieran salvarse por la fe en ella. Se trata, en efecto, de la misma Sabiduría de Dios, que antes, por su imagen impresa en las cosas creadas... se daba a conocer a sí misma y, por medio de ella, daba a conocer a su Padre. Pero, después esta misma Sabiduría, que es también la Palabra, se hizo carne, como dice san Juan (1,14), y, habiendo destruido la muerte y liberado nuestra raza, se reveló con más claridad a sí misma y, a través de sí misma, reveló al Padre; de ahí aquellas palabras suyas: Haz que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo (Jn 17,3). De este modo, toda la tierra está llena de su conocimiento. En efecto, uno solo es el conocimiento del Padre a través del Hijo, y del Hijo por el Padre; uno solo es el gozo del Padre y el deleite del Hijo en el Padre, según aquellas palabras: yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia.

11:26 a.m.


Elogiemos a los hombres ilustres, a los antepasados de nuestra raza. Pero hay otros que cayeron en el olvido y desaparecieron como si no hubieran existido; pasaron como si no hubieran nacido, igual que sus hijos después de ellos. No sucede así con aquellos, los hombres de bien, cuyas obras de justicia no han sido olvidadas. Con su descendencia se perpetúa la rica herencia que procede de ellos. Su descendencia fue fiel a las alianzas y también sus nietos, gracias a ellos. Su descendencia permanecerá para siempre, y su gloria no se extinguirá.

11:26 a.m.


Canten al Señor un canto nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que Israel se alegre por su Creador y los hijos de Sión se regocijen por su Rey. Celebren su Nombre con danzas, cántenle con el tambor y la cítara, porque el Señor tiene predilección por su pueblo y corona con el triunfo a los humildes. Que los fieles se alegren por su gloria y canten jubilosos en sus fiestas. en su garganta están los elogios de Dios y en su mano, la espada de dos filos, para aplicarles la sentencia escrita: eso es un honor para todos los suyos.

11:26 a.m.


Jesús llegó a Jerusalén y fue al Templo; y después de observarlo todo, como ya era tarde, salió con los Doce hacia Betania. Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. Al divisar de lejos una higuera cubierta de hojas, se acercó para ver si encontraba algún fruto, pero no había más que hojas; porque no era la época de los higos. Dirigiéndose a la higuera, le dijo: "Que nadie más coma de tus frutos". Y sus discípulos lo oyeron. Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que vendían y compraban en él. Derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas, y prohibió que transportaran cargas por el Templo. Y les enseñaba: "¿Acaso no está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las naciones? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones". Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban la forma de matarlo, porque le tenían miedo, ya que todo el pueblo estaba maravillado de su enseñanza. Al caer la tarde, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar otra vez, vieron que la higuera se había secado de raíz. Pedro, acordándose, dijo a Jesús: "Maestro, la higuera que has maldecido se ha secado". Jesús le respondió: "Tengan fe en Dios. Porque yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña: 'Retírate de ahí y arrójate al mar', sin vacilar en su interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá. Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán. Y cuando ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará también sus faltas". Pero si no perdonan, tampoco el Padre que está en el cielo los perdonará a ustedes.

11:26 a.m.


“Es una gran suerte, dice la Escritura, encontrar a un hombre que tiene fe (Pr 20,6). No te digo esto para incitarte a abrirme tu corazón, sino para que muestres a Dios el candor de tu fe, a ese Dios que escruta los corazones y conoce los pensamientos de los hombres (Sl 7,10; 93,11). Sí, es una gran cosa un hombre que tiene fe; es más rico que todos los ricos. En efecto, el creyente posee todas las riquezas del universo, puesto que las desprecia y las pone debajo de sus pies. Porque, aunque los que son ricos poseen un montón de cosas en el plano material, ¡qué pobres son espiritualmente! Cuanto más tienen, más se consumen por el deseo de lo que les falta. Por el contrario, y está ahí el colmo de la paradoja, el hombre que tiene fe es rico en el seno mismo de la pobreza, porque sabe que no tiene más necesidades que el comer y el vestir; con ello está contento y pone las riquezas bajo sus pies. Y no es tan sólo nosotros, los que llevamos el nombre de Cristo, que vivimos un proceso de fe. Todos los hombres, incluso los que están alejados de la Iglesia, viven un proceso semejante. Es por una fe en el porvenir que, gente que no se conocen perfectamente, se contratan en matrimonio;  la agricultura se fundamenta sobre la confianza en que los trabajos realizados van a dar fruto; los marineros ponen su confianza en un delicado esquife de madera… También la mayoría de las empresas humanas se basan sobre un proceso de confianza; todo el mundo cree en estos principios. Pero hoy las Escrituras os llaman a la verdadera fe y os trazan el verdadero camino que complace a Dios. Es esta fe que, en el libro de Daniel, ha cerrado la boca a los leones (Dn 6,23). Es por “el escudo de la fe, por donde se apagarán las flechas incendiarias del malo” (Ef 6,16)… La fe sostiene a los hombres haciéndoles, incluso, caminar sobre el mar (Mt 14,29). Algunos, como el paralítico, han sido salvados por la fe de los demás (Mt 9,2); la fe de las hermanas de Lázaro ha sido tan fuerte que consiguió hacerle salir de la muerte (jn 11)… La fe dada gratuitamente por el Espíritu Santo sobrepasa todas las fuerzas humanas. Gracias a ella se puede decir a esta montaña: “Trasládate a otra parte” y se trasladará (Mt 17,20).

11:26 a.m.


Ahora voy a recordar las obras del Señor, lo que yo he visto, lo voy a relatar: por las palabras del Señor existen sus obras. El sol resplandeciente contempla todas las cosas, y la obra del Señor está llena de su gloria. No ha sido posible a los santos del Señor relatar todas sus maravillas, las que el Señor todopoderoso estableció sólidamente para que el universo quedara afirmado en su gloria. El sondea el abismo y el corazón, y penetra en sus secretos designios, porque el Altísimo posee todo el conocimiento y observa los signos de los tiempos. El anuncia el pasado y el futuro, y revela las huellas de las cosas ocultas: ningún pensamiento se le escapa, ninguna palabra se le oculta. El dispuso ordenadamente las grandes obras de su sabiduría, porque existe desde siempre y para siempre; nada ha sido añadido, nada ha sido quitado, y él no tuvo necesidad de ningún consejero. ¡Qué deseables son todas sus obras! Y lo que vemos es apenas una chispa! Todo tiene vida y permanece para siempre, y todo obedece a un fin determinado. Todas las cosas van en pareja, una frente a otra, y él no ha hecho nada incompleto: una cosa asegura el bien de la otra. ¿Quién se saciará de ver su gloria?

11:26 a.m.


Alaben al Señor con la cítara, toquen en su honor el arpa de diez cuerdas; entonen para él un canto nuevo, toquen con arte, profiriendo aclamaciones. Porque la palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. La palabra del Señor hizo el cielo, y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales; él encierra en un cántaro las aguas del mar y pone en un depósito las olas del océano. Que toda la tierra tema al Señor, y tiemblen ante él los habitantes del mundo; porque él lo dijo, y el mundo existió, él dio una orden, y todo subsiste.

11:26 a.m.


Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!". Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!". Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Animo, levántate! El te llama". Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". El le respondió: "Maestro, que yo pueda ver". Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.

11:26 a.m.


    Que todo hombre que sabe que las tinieblas hacen de él un ciego (...) grite desde el fondo de su ser: «Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí». Pero escucha también lo que sigue a los gritos del ciego: «los que iban delante lo regañaban para que se callara» (Lc 18,39). ¿Quiénes son estos? Ellos están ahí para representar los deseos de nuestra condición humana en este mundo, los que nos arrastran a la confusión, los vicios del hombre y el temor, que, con el deseo de impedir nuestro encuentro con Jesús, perturban nuestras mentes mediante la siembra de la tentación y quieren acallar la voz de nuestro corazón en la oración. En efecto, suele ocurrir con frecuencia  que nuestro deseo de volver de nuevo  a Dios... nuestro esfuerzo de alejar nuestros pecados por la oración, se ven frustrados por estos: la vigilancia de nuestro espíritu se relaja al entrar en contacto con ellos, llenan de confusión  nuestro corazón y ahogan el grito de nuestra oración. (...)     ¿Qué hizo entonces el ciego para recibir luz a pesar de los obstáculos? «Él gritó más fuerte: Hijo de David, ten compasión de mí!» (...) ciertamente, cuanto más nos agobie el desorden de nuestros deseos más debemos insistir con nuestra oración... cuanto más nublada esté la voz de nuestro corazón, hay que insistir con más fuerza , hasta dominar el desorden de los pensamientos que nos invaden y llegar a oídos fieles del Señor. Creo, que cada uno se reconocerá en esta imagen: en el momento en que nos esforzamos por desviarlos de nuestro corazón y dirigirlos  a Dios (...) suelen ser tan inoportunos y nos hacen tanta fuerza que debemos combatirlos.  Pero insistiendo vigorosamente en la oración, haremos que Jesús se pare al pasar. Como dice el Evangelio: "Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran" (v. 40).

11:26 a.m.


Ten piedad de nosotros, Dueño soberano, Dios de todas las cosas, y mira, infunde tu temor a todas las naciones. Levanta tu mano contra las naciones extranjeras y que ellas vean tu dominio. Renueva los signos y repite las maravillas, glorifica tu mano y tu brazo derecho. Despierta tu furor y derrama tu ira, suprime al adversario y extermina al enemigo. Llena a Sión de alabanzas por tu triunfo, y a tu pueblo, cólmalo de tu gloria. Da testimonio a favor de los que tú creaste en el principio, y cumple las profecías anunciadas en tu Nombre. Dales la recompensa a los que te aguardan, y que se compruebe la veracidad de tus profetas. Escucha, Señor, la oración de los que te suplican, conforme a la bendición de Aarón sobre tu pueblo, para que todos los que viven en la tierra reconozcan que tú eres el Señor, el Dios eterno. El estómago asimila toda clase de alimentos, pero hay unos mejores que otros. El paladar distingue los manjares y el corazón inteligente descubre las mentiras.

11:26 a.m.


No recuerdes para nuestro mal las culpas de otros tiempos; compadécete pronto de nosotros, porque estamos totalmente abatidos. Ayúdanos, Dios salvador nuestro, por el honor de tu Nombre; líbranos y perdona nuestros pecados, a causa de tu Nombre. Llegue hasta tu presencia el lamento de los cautivos, preserva con tu brazo poderoso a los que están condenados a muerte. Y nosotros, que somos tu pueblo y las ovejas de tu rebaño, te daremos gracias para siempre, y cantaremos tus alabanzas por todas las generaciones.

11:26 a.m.


Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: "Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos: ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará". Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir". El les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?". Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria". Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?". "Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados". Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".

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Un Dios que sirve, que barre la casa, que se entrega a trabajos duros - uno sólo de estos pensamientos, ¡cómo debería ser suficiente para llenarnos de amor! Cuando el Salvador se puso a predicar su Evangelio, se hizo “el servidor de todos”, declarando él mismo que “no había venido a ser servido sino a servir”. Es como si hubiera dicho que quería ser el servidor de todos los hombres. Y al final de su vida no se contentó, dice san Bernardo, “con haber tomado la condición de siervo para ponerse al servicio de los hombres; ha querido escoger el aspecto de siervo indigno para ser maltratado y sufrir la pena que teníamos merecida por nuestros pecados”. He aquí que el Señor, siervo obediente a todos, se somete a la sentencia de Pilato, por injusta que fuera, y se entrega a los verdugos… Así es, que Dios nos ha amado tanto que, por amor a nosotros, ha querido obedecer como un esclavo hasta la muerte y morir de una muerte dolorosa e infame: el suplicio de la cruz (Flp 2,8). Ahora bien, en todos estos acontecimientos, obedecía no como Dios, sino como hombre, de quien había asumido la condición de esclavo. Tal santo se entregó como esclavo para rescatar a un pobre, y con ello, por este acto heroico de caridad, se atrajo la admiración del mundo. Pero, ¿qué es esta caridad comparada con la del Redentor? Siendo Dios, queriendo rescatarnos de la esclavitud del diablo y de la muerte que nos era debida, él mismo se hace esclavo, se deja atar y clavar en la cruz. “Para que el siervo llegue a ser amo, dice san Agustín, Dios ha querido hacerse siervo”.

11:26 a.m.


Observar la Ley es como presentar muchas ofrendas y ser fiel a los mandamientos es ofrecer un sacrificio de comunión; devolver un favor es hacer una oblación de harina y hacer limosna es ofrecer un sacrifico de alabanza. La manera de agradar al Señor es apartarse del mal, y apartarse de la injusticia es un sacrificio de expiación. No te presentes ante el Señor con las manos vacías, porque todo esto lo prescriben los mandamientos. Cuando la ofrenda del justo engrasa el altar, su fragancia llega a la presencia del Altísimo. El sacrificio del justo es aceptado y su memorial no caerá en el olvido. Glorifica al Señor con generosidad y no mezquines las primicias de tus manos. Da siempre con el rostro radiante y consagra el diezmo con alegría. Da al Altísimo según lo que él te dio, y con generosidad, conforme a tus recursos, porque el Señor sabe retribuir y te dará siete veces más. No pretendas sobornarlo con un don, porque no lo aceptaría, y no te apoyes en un sacrificio injusto. Porque el Señor es juez y no hace distinción de personas: no se muestra parcial contra el pobre y escucha la súplica del oprimido; no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja. ¿No corren las lágrimas por las mejillas de la viuda y su clamor no acusa al que las hace derramar?

11:26 a.m.


“Reúnanme a mis amigos, a los que sellaron mi alianza con un sacrificio”. ¡Que el cielo proclame su justicia, porque el Señor es el único Juez! “Escucha, pueblo mío, yo te hablo; Israel, voy a alegar contra ti: yo soy el Señor, tu Dios. No te acuso por tus sacrificios: ¡tus holocaustos están siempre en mi presencia! Ofrece al Señor un sacrificio de alabanza y cumple tus votos al Altísimo; El que ofrece sacrificios de alabanza, me honra de verdad; y al que va por el buen camino, le haré gustar la salvación de Dios."

11:26 a.m.


Pedro le dijo a Jesús: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros".

11:26 a.m.


Cristo no nos llama una sola vez sino muchas. A lo largo de nuestra vida, él nos sigue llamando. Nos llamó al principio en el bautismo, pero nos llama más tarde también. Tanto si obedecemos a su voz como si no lo hacemos, él nos sigue llamando por su misericordia. Si faltamos a nuestras promesas del bautismo, nos llama al arrepentimiento. Si nos esforzamos a responder a nuestra vocación, nos va llamando más y más, de gracia en gracia, de santidad en santidad, de tal modo que nos da la vida para responder a estas llamadas. Abrahán es llamado para quitar su casa y su tierra(Gn 12,1), Pedro es llamado a dejar sus redes (Mt 4,18), Mateo a dejar su empleo (Mt 9,9), Eliseo a dejar su granja (1R 19,19) Natanael a dejar su retiro debajo de la higuera (Jn 1,47). Sin cesar, todos somos constantemente llamados, de una cosa a otra, cada vez más lejos, sin reposo, subiendo hacia el reposo eterno, siguiendo una llamada interior para estar a punto para escuchar la siguiente. Cristo nos llama sin cesar para justificarnos sin cesar. Nos quiere santificar y glorificar constantemente. Tenemos que comprenderlo, aunque somos lentos en darnos cuenta de esta gran verdad: Cristo camino con nosotros y con su mano, con sus ojos, con su voz nos hace signos para seguirle. No nos damos cuenta de que su llamada tiene lugar en este preciso momento. Pensamos que tuvo lugar en tiempos de los apóstoles, pero, en realidad,  no creemos en ella ni la esperamos de verdad para nosotros mismos.

11:26 a.m.


Sus injusticias no están ocultas para el Señor y todos sus pecados están delante de él. La limosna de un hombre es para él como un sello, y tiene en cuenta un favor como la pupila de sus ojos. Después, él se levantará para retribuirles y pondrá sobre sus cabezas la recompensa merecida. A los que se arrepienten, les permite volver y reconforta a los que perdieron la constancia. Vuelve al Señor y deja de pecar, suplica ante su rostro y deja de ofenderlo. Vuelve al Altísimo, apártate de la injusticia y odia profundamente toda abominación. ¿Quién alabará al Altísimo en el Abismo, si los vivientes no le rinden homenaje? el muerto, el que ya no existe, deja de alabarlo: el que está vivo y sano debe alabar al Señor.

11:26 a.m.


¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: “Confesaré mis faltas al Señor”. ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! Por eso, que todos tus fieles te supliquen en el momento de la angustia; y cuando irrumpan las aguas caudalosas no llegarán hasta ellos. Tú eres mi refugio, tú me libras de los peligros y me colmas con la alegría de la salvación.

11:26 a.m.


Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud". Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!". Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios". Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?". Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible".

11:26 a.m.


No tenemos ningún derecho a juzgar a los ricos. Por nuestra parte, lo que buscamos no es una lucha de clases sino un encuentro de las clases, para que los ricos salven a los pobres y los pobres a los ricos. Con respecto a Dios, nuestra pobreza es nuestro humilde reconocimiento y aceptación de nuestro pecado, impotencia y absoluta nada, así como el reconocimiento de nuestra indigencia ante Él, expresado en forma de esperanza en Él, en apertura para recibir todas las cosas de Él como de nuestro Padre. Nuestra pobreza deberá ser la verdadera pobreza evangélica: amable, tierna, alegre y generosa, siempre dispuesta a dar una expresión de amor. La pobreza es amor antes de ser renuncia. Para amar es necesario dar. Para dar es necesario estar libre de egoísmo.

11:26 a.m.


Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: "¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios".

11:26 a.m.


Bendice al Señor, alma mía: ¡Señor, Dios mío, qué grande eres! Estás vestido de esplendor y majestad ¡Qué variadas son tus obras, Señor! ¡Todo lo hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tus criaturas! Si escondes tu rostro, se espantan; si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo. Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. ¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras! que mi canto le sea agradable, y yo me alegraré en el Señor.

11:26 a.m.


Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne. Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren. Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley. Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne: fornicación, impureza y libertinaje, idolatría y superstición, enemistades y peleas, rivalidades y violencias, ambiciones y discordias, sectarismos, disensiones y envidias, ebriedades y orgías, y todos los excesos de esta naturaleza. Les vuelvo a repetir que los que hacen estas cosas no poseerán el Reino de Dios. Por el contrario, el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia. Frente a estas cosas, la Ley está de más, porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos. Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él.

11:26 a.m.


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio. Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'."

11:26 a.m.


El monte Sinaí es símbolo del monte Sión... Fijaos hasta que punto las dos alianzas son el eco una de la otra, con que armonía la fiesta de Pentecostés es celebrada por cada una de ellas... El Señor bajó, tanto sobre el monte Sión como sobre el monte Sinaí, el mismo día y de modo semejante... Lucas ha escrito: «De pronto vino un ruido del cielo, como de un viento recio. Los apóstoles vieron aparecer una lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno» (Hch 2,2-3)... Sí, aquí y allí el ruido de un viento recio se dejó oír, un fuego se dejó ver. Pero en el Sinaí era una nube espesa, sobre el monte Sión el esplendor de una luz muy brillante. En el primer caso se trataba «de la sombra y la figura» (Hb 8,5), en el segundo, de la verdadera realidad. En otros momentos se escuchaba el ruido del trueno, ahora de pueden discernir las voces de los apóstoles. Por un lado, el resplandor del rayo; por el otro estallan prodigios por todas partes... «Todos salieron del campamento para ir al encuentro del Señor, al pie de la montaña» (Ex 19,17). Se lee en los Hechos de los Apóstoles: «Al oír el ruido, acudieron en masa»... De todo Jerusalén el pueblo se reunió al pie del monte Sión, es decir en el lugar en que Sión, figura de la santa Iglesia, empezaba a edificarse, a poner sus fundamentos... «Todo el monte Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en el fuego, dice el Éxodo (v. 18)... ¿Podían no quemar los que estaban ardiendo con el gran fuego del Espíritu Santo? Tal como el humo señala la presencia del fuego, así también por la seguridad de sus palabras, por la diversidad de lenguas, el fuego del Espíritu Santo manifestaba su presencia en el corazón de los apóstoles. ¡Dichosos los corazones llenos de este fuego! ¡Dichosos los hombres que ardían con su calor! «El monte temblaba violentamente. El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte» (v.19)... De la misma manera la voz de los apóstoles y su predicación se hacían cada vez más fuertes; cada vez más lejos se hicieron escuchar sus palabras hasta que «su mensaje alcanza a toda la tierra y su voz llega hasta los límites del orbe» (Sl 18,5).

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