Ártículos Más Recientes

10:43 a.m.


Pablo, desde Mileto, mandó llamar a los presbíteros de la Iglesia de Efeso. Cuando estos llegaron, Pablo les dijo: "Ya saben cómo me he comportado siempre con ustedes desde el primer día que puse el pie en la provincia de Asia. He servido al Señor con toda humildad y con muchas lágrimas, en medio de las pruebas a que fui sometido por las insidias de los judíos. Ustedes saben que no he omitido nada que pudiera serles útil: les prediqué y les enseñé tanto en público como en privado, instando a judíos y a paganos a convertirse a Dios y a creer en nuestro Señor Jesús. Y ahora, como encadenado por el Espíritu, voy a Jerusalén sin saber lo que me sucederá allí. Sólo sé que, de ciudad en ciudad, el Espíritu Santo me va advirtiendo cuántas cadenas y tribulaciones me esperan. Pero poco me importa la vida, mientras pueda cumplir mi carrera y la misión que recibí del Señor Jesús: la de dar testimonio de la Buena Noticia de la gracia de Dios. Y ahora sé que ustedes, entre quienes pasé predicando el Reino, no volverán a verme. Por eso hoy declaro delante de todos que no tengo nada que reprocharme respecto de ustedes. Porque no hemos omitido nada para anunciarles plenamente los designios de Dios."

10:43 a.m.


Tú derramaste una lluvia generosa, Señor: tu herencia estaba exhausta y tú la reconfortaste; allí es estableció tu familia, y tú, Señor, la afianzarás por tu bondad para con el pobre. ¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación! El carga con nosotros día tras día; él es el Dios que nos salva y nos hace escapar de la muerte.

10:43 a.m.


Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo: "Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera. Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti. Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros.

10:43 a.m.


¿Quién podrá seguir al Altísimo hasta conocer su ser inexpresable e incomprensible? ¿Quién escrutará las profundidades de Dios?... Pues, ¿quién es Dios? Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios es uno. No te preguntes más sobre Dios. Que los que quieren saber el fondo de las cosas que conciernen a Dios, empiecen por considerar el orden natural. Comprender la Trinidad se compara precisamente a la profundidad del mar, y la misma Sabiduría de Dios ha dicho: «El fondo de las profundidades ¿quién puede alcanzarlo?» (Eccl 7,24)...Así como el fondo del mar es invisible a la mirada humana, así también la divina Trinidad no puede ser captada por la comprensión humana. Por eso si alguien quiere comprender lo que debe creer, que no se haga ilusiones de poder llegar a ello a través de razonamientos, sino solo por la fe, porque la sabiduría divina que busca se alejará todavía más. Busca, pues, este conocimiento supremo no discutiendo sino llevando una vida de perfección, no a través de la lengua sino de la fe que brota de un corazón simple, y no es el resultado de sabias conjeturas. Porque si buscas al inefable a través de razonamientos, se alejará más de ti; si le buscas por la fe, la Sabiduría permanecerá allí donde habita: a tu puerta (Pr 1,21); y allí donde ella permanece, puede ser vista, aunque solo en parte. Con toda verdad, es asequible desde el momento en que uno cree que es invisible y aceptando no comprenderla. Puesto que Dios es invisible, debemos creer en él; y, sin embargo, Dios puede ser visto, en cierta manera, por el que es puro de corazón (Mt 5,8).

Hermanos Franciscanos

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.