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10:43 a.m.


Hermanos: Seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes. Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras. Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo, que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas. Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio. De este Evangelio, yo fui constituido ministro por el don de la gracia que recibí de Dios, en virtud de la eficacia de su poder. Yo, el menor de todos los santos, he recibido la gracia de anunciar a los paganos la insondable riqueza de Cristo, y poner de manifiesto la dispensación del misterio que estaba oculto desde siempre en Dios, el creador de todas las cosas, para que los Principados y las Potestades celestiales conozcan la infinita variedad de la sabiduría de Dios por medio de la Iglesia. Este es el designio que Dios concibió desde toda la eternidad en Cristo Jesús, nuestro Señor, por quien nos atrevemos a acercarnos a Dios con toda confianza, mediante la fe en él.

10:43 a.m.


Este es el Dios de mi salvación: yo tengo confianza y no temo, porque el Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación. Ustedes sacarán agua con alegría de las fuentes de la salvación. Y dirán en aquel día: Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, anuncien entre los pueblos sus proezas, proclamen qué sublime es su Nombre. Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso: ¡que sea conocido en toda la tierra! ¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel!

10:43 a.m.


Jesús dijo a sus discípulos: "Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada". Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?". El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más."

10:43 a.m.


     «Mira que vengo como un ladrón. Dichoso el que esté en vela y conserve sus vestidos» dice el Señor (Ap 16,15)... Cuando Cristo dice que su venida está próxima y sin embargo, vendrá súbitamente, de manera inesperada, dice que para nosotros esta espera parecerá larga... ¿Cómo es que el cristianismo falla continuamente, y sin embargo dura? Es un hecho que Dios lo sabe y lo quiere así; no es una paradoja afirmar que el tiempo de la Iglesia ha durado cerca de dos mil años, que puede durar todavía mucho tiempo, y que, a pesar de todo, camina hacia su fin e incluso que puede acabar cualquier día. Y el Señor quiere que permanezcamos con todo nuestro ser con la mirada puesta en la inminencia de su retorno; se trata de vivir como si eso que puede llegar no sabemos cuando, debiera llegar en nuestros días.      Antes de la venida de Cristo, el tiempo se sucedía de otra manera: el Salvador tenía que llegar y traernos el fin de ése; Cristo avanzaba hacia este fin. Se sucedían las revelaciones...; el tiempo era medido según la palabra de los profetas que se sucedían... El pueblo de la Alianza no debía esperarlo inmediatamente, sino después de su estancia en Canaán y la cautividad de Egipto, después del éxodo por el desierto, los jueces y los reyes, al final de los plazos fijados para introducirle en este mundo. Se reconocían esos plazos fijados, y las revelaciones sucesivas llenaban ese tiempo de espera.      Pero una vez hubo venido Cristo, como Hijo en su propia casa, con su Evangelio perfecto, ya nada queda para acabar si no es la reunión de sus Cristos. No se puede revelar ninguna doctrina más perfecta. Ha aparecido la luz y la vida de los hombres; Cristo ha muerto y resucitado. Ya no queda nada por hacer...; estamos, pues, al final de los tiempos. Así, aunque un cierto intervalo de tiempo debe haber entre la primera y la última venida de Cristo, desde ese momento el tiempo ya no cuenta para nada... Ya no marcha hacia su fin, sino que más bien caminan juntos sin cesar, siempre tan cerca de ella como si él tendiera hacia ella... Cristo, pues, está siempre a nuestro alcance, tan cerca de ella hoy como hace dieciocho siglos, y no más cerca que entonces, e incluso no más cerca que cuando él vendrá.

Hermanos Franciscanos

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