Ártículos Más Recientes

11:24 a.m.
Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados. Miren que el Juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. Porque nosotros llamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Ustedes oyeron hablar de la paciencia de Job, y saben lo que hizo el Señor con él, porque el Señor es compasivo y misericordioso. Pero ante todo, hermanos, no juren ni por el cielo, ni por la tierra, ni de ninguna manera: que cuando digan "sí", sea sí; y cuando digan "no", sea no, para no ser condenados.

11:24 a.m.
Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios. El perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; No acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente; Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen; cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados.

11:24 a.m.
Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más. Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?". El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?". Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella". Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido". Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. El les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio".

11:24 a.m.
     El marido y la mujer, que por el pacto conyugal «ya no son dos, sino una sola carne», con la unión íntima de sus personas y actividades se ayudan y se sostienen mutuamente, adquieren conciencia de su unidad y lo logran cada vez más plenamente. Esta íntima unión, como mutua entrega de dos personas, lo mismo que el bien de los hijos, exigen plena fidelidad conyugal y urgen su indisoluble unidad. Cristo nuestro Señor bendijo abundantemente este amor multiforme, nacido de la fuente divina de la caridad y que está formado a semejanza de su unión con la Iglesia (Ef 5,32). Porque así como Dios antiguamente se adelantó a unirse a su pueblo por una alianza de amor y de fidelidad, así ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia sale al encuentro de los esposos cristianos por medio del sacramento del matrimonio. Además, permanece con ellos para que los esposos, con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad, como Él mismo amó a la Iglesia y se entregó por ella (Ef 5,25). El genuino amor conyugal es asumido en el amor divino y se rige y enriquece por la virtud redentora de Cristo y la acción salvífica de la Iglesia para conducir eficazmente a los cónyuges a Dios y ayudarlos y fortalecerlos en la sublime misión de la paternidad y la maternidad. Por ello los esposos cristianos, para cumplir dignamente sus deberes de estado, están fortificados y como consagrados por un sacramento especial, con cuya virtud, al cumplir su misión conyugal y familiar, imbuidos del espíritu de Cristo, que satura toda su vida de fe, esperanza y caridad, llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación, y, por tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios.

7:22 a.m.
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                  “Verbum Spei”     
           “Palabra de Esperanza” 
       
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 7° Jueves Tiempo Ordinario
Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote
El Evangelio de hoy 
Lucas 22, 14-20

En aquel tiempo, llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: “Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios”.
Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: “Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios”.
Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes.

Reflexión:
Dos acciones pueden ser consideradas como las propias del sacerdote ministerial: La Reconciliación y la celebración Eucarística. De manera particular, en la Eucaristía actualiza de nuevo la Cena y posibilita a la Iglesia comer el cuerpo y beber la sangre de Cristo, elementos sin los cuales, como lo dice el mismo Jesús no se pude tener vida, no se puede resucitar. 
Jesús ha sellado una nueva alianza, una alianza de amor, por medio de la cual nosotros aceptamos ser su pueblo y él ser nuestro Dios. Aceptamos vivir de acuerdo al Evangelio y él nos promete darnos la gracia para ser verdaderamente felices. Con el amén que pronunciamos cuando el sacerdote levanta el cáliz con la sangre de Cristo y la patena con su cuerpo, estamos reafirmando este compromiso. 
Por eso, más que una aclamación, debería ser un grito jubiloso o un programa de vida. La próxima vez que participes en la Eucaristía, recuerda que después de la consagración, por medio de las palabras del sacerdote, ya no hay más pan ni más vino, sino el cuerpo y la sangre de Cristo, y que esto fue posible por el don que Dios les dio a sus apóstoles de ser con él también sacerdotes. ¡Qué gracia infinita ha donado Cristo a su Iglesia en los sacerdotes! 
(Evangelización Activa).

Oración:
Señor Jesús, tú que has entregado tu vida por nosotros y que has querido perpetuar tu sacrificio en la cruz, a través del sacrificio de la Eucaristía, haz que nosotros participemos siempre con entusiasmo en el banquete en que nos alimentas y con el que nos haces dignos de participar de tu vida divina y del don perpetuo que el Padre nos hace en esta vida como arras de la vida futura. Amén.

Acción:
Dedicaré un momento de mi oración para unirme al Sacrificio de la Eucaristía y participar así del don de Dios.
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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Hermanos Franciscanos

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