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12:03 a.m.

Del santo Evangelio según san Lucas 24, 46-53
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Así estaba escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto. Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante Él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.

Oración introductoria
Señor, aumenta mi fe y mi amor a Ti y a los demás. Ayúdame a vivir esperando el día en que me introduzcas por la puerta grande del amor, por la puerta del Cielo, más allá de todas mis expectativas. Que esta oración me ayude a seguir esperando con fe y entrega esforzada la llegada de ese día.

Petición
Señor, dame la gracia de confiar siempre en tu Palabra.

Meditación del Papa Benedicto XVI
La Ascensión nos dice que en Cristo nuestra humanidad es llevada a las alturas de Dios; así cada vez que rezamos, la tierra se une con el Cielo. Y como el incienso cuando se quema hace subir hacia lo alto su humo suave y perfumado, así cuando elevamos al Señor nuestra fervorosa oración llena de confianza a Cristo, esta atraviesa los cielos y alcanza el Trono de Dios, y es por Él escuchada y satisfecha. En la célebre obra de san Juan de la Cruz, Subida del Monte Carmelo, leemos que para "ver realizados los deseos de nuestro corazón no hay nada mejor que poner la fuerza de nuestra oración en lo que más le gusta a Dios. Entonces Él no nos dará solamente lo que le pedimos, o sea la salvación, sino también lo que Él ve que sea conveniente y bueno para nosotros, aún si no se lo pedimos". Supliquemos a la Virgen María para que nos ayude a contemplar los bienes celestiales que el Señor nos promete, y a volvernos testimonios siempre más creíbles de la vida divina. (Benedicto XVI, 20 de mayo de 2012).

Papa Francisco

Esto es la tarea que Jesús da a sus discípulos. Si un discípulo se queda quieto y no sale, no dará jamás a los demás lo que ha recibido en el bautismo, no es un verdadero discípulo de Jesús: carece de la misionaridad, le falta salir de sí mismo para llevar algo de bien a los demás. El recorrido para el discípulo de Jesús es ir más allá, para llevar esta buena noticia. Si bien hay también otro recorrido del discípulo: el recorrido interior que busca al Señor cada día, también con la oración y en la meditación.  El discípulo tiene que realizar este recorrido, porque si no busca siempre a Dios, al Evangelio que lleva a los otros, tendrá un evangelio débil, aguado, sin fuerza. Porque este doble recorrido es el doble camino que Jesús quiere para sus discípulos.  (Homilía de S.S. Francisco, 11 de junio de 2015, en Santa Marta).

Reflexión
La Ascensión es sin duda un misterio de la vida de Cristo poco meditado. Sin embargo, adquiere especial consideración porque es parte de la resurrección de Cristo. No se entendería la resurrección sin la ascensión. De entre las muchas enseñanzas de la Ascensión podríamos considerar estas dos: Cristo fue levantado de la tierra para atraer a todos hacia Él (Jn 12, 32) y para sentarse a la derecha del Padre, como profesamos en la oración del credo cada domingo o con mayor frecuencia.

La elevación de Cristo en la cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo. (Catecismo de la Iglesia Católica no.662) Por ello encontramos en la cruz el inicio de su ascensión. Y todo con este único fin, atraer a todos lo hombres hacia Él. Jesús aceptó subir a la cruz para mantenernos unidos a Él, para que ninguno se perdiera. He aquí la grande y única aspiración de Cristo en la tierra. Su amor a cada hombre incluso por los que se resistirían a creer en Él. Sin embargo, así como aceptó subir a la cruz, sube al cielo para que disfrutemos de su gloria. Como lo hicieron sus apóstoles que después de verlo resucitado lo fueron a adorar al cenáculo. Nosotros, ¿cuándo fue la última vez dirigimos una oración de alabanza, de gloria, de adoración como lo hicieron los apóstoles?

Por otro lado, que Jesús esté sentado a la derecha del Padre nos quiere decir que a partir de ese momento Cristo inaugura el reino de Dios. Reino que no será destruido jamás. Reino que nunca pasará. Imperio que es eterno. Cada cristiano pertenece a este reino. De nosotros depende que este reino sea grande. Expandiéndolo por medio de la palabra de Cristo; y que sea fuerte en una unión monolítica por medio de la caridad, del perdón de la paciencia. Tal como la respondió Cristo a quienes le crucificaron.

Diálogo con Cristo
Jesús, nos has revelado el inmenso amor que el Padre tiene por todos. Ayúdame a nunca dudar de su amor por mí. Ayúdame a responder a su amor con la fidelidad a su voluntad y con la práctica de la caridad exquisita con aquellos que están más cerca de mí.

Propósito
Antes o después de la santa Misa, preferentemente en familia, hacer una visita al Sagrario.

Conoce más acerca de la Fiesta de la Ascensión

No dejes de rezar la Novena al Espíritu Santo. El domingo 15 de Mayo celebraremos la venida del Espíritu Santo que le llamamos Pentecostés. Pidámosle al Espíritu Santo que nos renueve los frutos y dones que nos concede.

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10:48 a.m.
En mi primer Libro, querido Teófilo, me referí a todo lo que hizo y enseñó Jesús, desde el comienzo, hasta el día en que subió al cielo, después de haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus últimas instrucciones a los Apóstoles que había elegido. Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les apareció y les habló del Reino de Dios. En una ocasión, mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: "La promesa, les dijo, que yo les he anunciado. Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días". Los que estaban reunidos le preguntaron: "Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?". El les respondió: "No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra". Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: "Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir".

10:48 a.m.
Aplaudan, todos los pueblos, aclamen al Señor con gritos de alegría; porque el Señor, el Altísimo, es temible, es el soberano de toda la tierra. El Señor asciende entre aclamaciones, asciende al sonido de trompetas. Canten, canten a nuestro Dios, canten, canten a nuestro Rey. El Señor es el Rey de toda la tierra, cántenle un hermoso himno. El Señor reina sobre las naciones el Señor se sienta en su trono sagrado.

10:48 a.m.
Cristo, en efecto, no entró en un Santuario erigido por manos humanas -simple figura del auténtico Santuario- sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en favor nuestro. Y no entró para ofrecerse así mismo muchas veces, como lo hace el Sumo Sacerdote que penetra cada año en el Santuario con una sangre que no es la suya. Porque en ese caso, hubiera tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. En cambio, ahora él se ha manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su Sacrificio. Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan. Por lo tanto, hermanos, tenemos plena seguridad de que podemos entrar en el Santuario por la sangre de Jesús, siguiendo el camino nuevo y viviente que él nos abrió a través del velo del Templo, que es su carne. También tenemos un Sumo Sacerdote insigne al frente de la casa de Dios. Acerquémonos, entonces, con un corazón sincero y llenos de fe, purificados interiormente de toda mala conciencia y con el cuerpo lavado por el agua pura. Mantengamos firmemente la confesión de nuestra esperanza, porque aquel que ha hecho la promesa es fiel.

10:48 a.m.
y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto." Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto". Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.

10:48 a.m.
“En la casa de mi Padre hay lugar para todos; de no ser así, ya os lo habría dicho; ahora voy a prepararos ese lugar.” (Jn 14,2)... El Señor sabía que muchas de sus moradas ya estaban preparadas y esperaban la llegada de los amigos de Dios. Por esto, da otro motivo a su partida: preparar el camino para nuestra ascensión hacia estos lugares del cielo, abriendo el camino, que antes era intransitable para nosotros. Porque el cielo estaba cerrado a los hombres y nunca ningún ser creado no había penetrado en este dominio santísimo de los ángeles. Es Cristo quien inaugura para nosotros este sendero hacia las alturas. Ofreciéndose él mismo a Dios Padre como primicia de los que duermen el sueño de la muerte, permite a la carne mortal subir al cielo. El fue el primer hombre que penetra en las moradas celestiales. Los ángeles no conocían este misterio grandioso de la entronización celeste de una criatura. Veían con estupor y admiración esta ascensión de Cristo. Casi turbados por este espectáculo desconocido, exclamaron: “¿Quién es ese que viene de Edom?” (Is 63,1), es decir, de la tierra. Pero el Espíritu no permitió que se quedaran en la ignorancia... Mandó que se abrieran las puertas ante el Rey y Señor del universo: “Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, compuertas eternas, para que haga su entrada el rey de la gloria!” (Sal 23,7) Así, pues, Nuestro Señor Jesucristo inaugura para nosotros “este camino nuevo y vivo”, como dice San Pablo: “...ha inaugurado para nosotros un camino nuevo y vivo a través del velo de su carne” (Heb 10,20) y “Cristo no entró en un santuario construido por hombres -que no pasa de ser simple imagen del verdadero-, sino en el cielo mismo, a fin de presentarse ahora ante Dios para interceder por nosotros.” (Heb 9,24)

Hermanos Franciscanos

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